Pensaba por qué un porcentaje tan bajo de “típicas maestras argentinas” me producen un efecto tan soporífero que necesito este espacio para reírme un poco de la realidad escolar (porque aunque no lo crean, esto es parte de mi retorcido sentido del humor).
Saqué cuentas:
25 maestras en total (entre las de planta y extra programáticas)
8 copadísimas, que siguieron estudiando, se interesan por innovar y hablan de educación en la escuela y fuera de ella.
5 influenciables siempre para bien, no se dejan llevar nunca por las malas intenciones o el desgano… pero hay que empujarlas. Hablan de educación y bastante de sus vidas personales (demasiado para mi gusto).
3 “típicas maestras argentinas”. Enseñan sin demasiado brillo, las quieren por los años que llevan en la escuela, rayan el registro con color verde y enseñan a saludar de pie a cuanta persona adulta entra al aula. No les gustan las sugerencias, pero bué, si hay que innovar, innovemos. Hablan de sus viajes a Cancún y Miami.
3 “típicas maestras argentinas” pero más malas que la madrastra de Cenicienta. Nada les viene bien, nada las satisface, nadie hace las cosas como ellas. Hablan de… hablan mal de todo el mundo.
6 en formación o deformación según a qué grupo se acerquen. Son jóvenes, con poca vida cultural más allá de las películas taquilleras del momento, libros de autoayuda, revistas de interés y poco interés por revistas educativas. Hablan de lo que hablen los demás.
Seguiré reflexionando en torno a esto.
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