-A Dirección, se van a Dirección por andar tirando barro y tierra!
Otra vez... No logro acostumbrarme a que me manden chicos a la oficina para que los rete y mucho menos si se trata de tres encantadores demonios de primer grado.
Apenas se paran delante mío, con sus caras de susto, con la voz a un paso del llanto, yo me desarmo y me los quisiera comer de amor. Claro que a la semana siguiente me pregunto por qué no me los habré comido y ya...
Esta vez se trataba de tres niñitas angelicales que habían adornado toda una pared del patio con albóndigas de barro. Ellas trataban de explicarme, pero yo no las dejaba. Armé todo un discurso acerca del cuidado del colegio, de que el colegio era de ellas, blablablaaaaaaaaa.
Ellas insistían en explicar sus razones. ¿Qué buena razón podría haber?
-¿Te puedo contar?
-Bueno, dale. (Capaz me convencía...)
-Es que ella antes no venía al colegio, ella vivía en México, y ahora vino y somos re amigas y nos imaginamos que tenemos caballos imaginarios, invisibles y entonces esa pared es la cabaña imaginaria y entonces le tiramos plata que son las bolas de barro pero imaginariamente es plata y entonces no lo vamos a hacer más, nos vamos a imaginar otra cosa mejor.
Entonces, me convencieron. -Salgan a jugar.
Los hechos y personajes de este blog son ficticios; cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Ley 1420
lunes, 25 de octubre de 2010
domingo, 17 de octubre de 2010
UN FAROLITO Y...
Así es, un farolito y de pronto los recuerdos empezaron a llenar mis manos, mi olfato, mi vista de las más felices sensaciones de infancia.
Ese farolito sobrevivió mudanzas, obras de reforma y redecoraciones de la casa de mi mamá.
Fui a la terraza y en un cuarto que hoy sirve de elegante taller de arte, encontré este farolito que como verán ya está cumpliendo su función en mi casa.
Donde hoy está el taller de pintura de mi madre había un galpón de mala muerte con mucho olor a herramientas oxidadas, revistas acumuladas, maderas, hierros viejos, en fin, todo lo que se guarda en un galpón descuidado.
Al ver al farolito me acordé de todo, de todo lo que pasaba en ese ínfimo reducto que para mí, era el lugar más hermoso de la casa.
En ese lugar colgué unas telas viejas (eran parte de todo lo que se había acumulado) que hacían las veces de cortinas para delimitar el desorden del galpón y poder preservar pulcramente mi ESCUELA. Sí, ahí en ese galpón funcionaba el aula de 6to C. Había una madera que servía de pizarrón, una mesa devencijada que se volvió pupitre, un estante con una colección enorme de Anteojitos y Petetes, tizas en una lata de duraznos, algunas láminas y mapas, una valija de cuero color suela que ya no llevaba al colegio porque tenía rota la manija, una bandera izada en un palo de escoba percudido y el farolito que sólo colgaba del descuidado techo con goteras sin alumbrar nada.
Esos detalles hacían que de un lado de la cortina hubiera un galpón y del otro, un ambiente fantástico con olor a escuela.
Odiada por algunos, amada por otros, cuestionada por muchos y defendida por tantos. La escuela es esa cosa poderosa que se sostiene con una tabla, unas tizas, una mesa vieja y por supuesto una bandera...
No importa a dónde viajemos, si es de verdad o de juguete, si es de lujo o si funciona debajo de un árbol, si se habla en español o en chino, cuando vemos una escuela sabemos qué sucede allí, adivinamos las láminas de las paredes, entendemos los ritos que en ella se dan lugar.
No sé qué es lo que la hace tan familiar en cualquier contexto. No sé por qué sobrevive.
Tiza+Mesa+Bandera+Maestro+Alumno = Escuela
Y todo por un farolito...
domingo, 10 de octubre de 2010
¿QUÉ ENSEÑAMOS?
Hacia fines del siglo XIX, el filósofo Herbert Spencer planteaba que hasta aquel momento la enseñanza se había ocupado de lo agradable por sobre lo que era útil, en sintonía con una sociedad a la cual le interesaba más parecer que ser...
Yo tenía entendido que todo pasado fue mejor y que ese tipo de sociedad era la nuestra!!!
Sigo leyendo...
Hoy un invitado: RUDY
¡Pase al frente, march!
Por Rudy
Es importante, lector, muy importante, entender, leer, comprender, diagnosticar lo que está pasando en el país, en el mundo, en la ciudad, en Internet y en la estratosfera. No podemos quedarnos afuera de nada, pero, tampoco adentro de nada, porque a veces la realidad pasa por lo virtual, y a veces la virtualidad es tan real que asusta.
Si a usted el párrafo anterior no le quedó demasiado claro, no se asuste, la idea era simplemente introducirlo o, por qué no, introducirnos a todos, en el complejo y complicado momento en el que vivimos, o en el que creemos vivir. Quiero decir, hasta hace poco tiempo, todo parecía sumamente razonable y organizado. SI usted se sentía mal iba al médico, si tenía que trabajar, iba al trabajo, si quería tener relaciones sexuales buscaba un o una partenaire, y si quería aprender, iba al colegio. Todo ha cambiado:. La gente consulta Internet para conseguir salud, o sexo, trabaja dentro de una computadora, y parece que, para aprender, los chicos que no tengan los medios para ir al colegio, van a ir al cuartel.
¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? Perdónenos, lector, por preguntarnos tantas veces lo mismo, pero es que con una sola vez no nos alcanzaba, Digamos que nos quedamos perplejos, atónitos, impertérritos, estupefactos, sustantivamente extrañados, adjetivamente conmovidos, adverbialmente sorprendidos, difusamente confusos, petrificados, sulfúricos, metafóricos, similcadentes, ostrogodos, intempestivos, shockeados, bipolarizados, interpelados, y sobre todo, muy sobre todo, sobresaltados con la noticia.
¿Cómo es posible que un chico aprenda a tejer, a coser, a bordar, a abrir la puerta para ir a jugar, a hacer arroz con leche con una señorita de San Nicolás, en un cuartel? Después que no se quejen si no sabe barrer, si tapa la olla con una cebolla o limpia la casa con un alfiler. O si al pasar por el cuartel se enamoró del coronel, y todas las cuentas le salieron mal.
Nosotros, mientras tanto, seguimos con los chistes.
Hasta el sábado, lector.
Por Rudy
Es importante, lector, muy importante, entender, leer, comprender, diagnosticar lo que está pasando en el país, en el mundo, en la ciudad, en Internet y en la estratosfera. No podemos quedarnos afuera de nada, pero, tampoco adentro de nada, porque a veces la realidad pasa por lo virtual, y a veces la virtualidad es tan real que asusta.
Si a usted el párrafo anterior no le quedó demasiado claro, no se asuste, la idea era simplemente introducirlo o, por qué no, introducirnos a todos, en el complejo y complicado momento en el que vivimos, o en el que creemos vivir. Quiero decir, hasta hace poco tiempo, todo parecía sumamente razonable y organizado. SI usted se sentía mal iba al médico, si tenía que trabajar, iba al trabajo, si quería tener relaciones sexuales buscaba un o una partenaire, y si quería aprender, iba al colegio. Todo ha cambiado:. La gente consulta Internet para conseguir salud, o sexo, trabaja dentro de una computadora, y parece que, para aprender, los chicos que no tengan los medios para ir al colegio, van a ir al cuartel.
¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? ¿Y eso? Perdónenos, lector, por preguntarnos tantas veces lo mismo, pero es que con una sola vez no nos alcanzaba, Digamos que nos quedamos perplejos, atónitos, impertérritos, estupefactos, sustantivamente extrañados, adjetivamente conmovidos, adverbialmente sorprendidos, difusamente confusos, petrificados, sulfúricos, metafóricos, similcadentes, ostrogodos, intempestivos, shockeados, bipolarizados, interpelados, y sobre todo, muy sobre todo, sobresaltados con la noticia.
¿Cómo es posible que un chico aprenda a tejer, a coser, a bordar, a abrir la puerta para ir a jugar, a hacer arroz con leche con una señorita de San Nicolás, en un cuartel? Después que no se quejen si no sabe barrer, si tapa la olla con una cebolla o limpia la casa con un alfiler. O si al pasar por el cuartel se enamoró del coronel, y todas las cuentas le salieron mal.
Nosotros, mientras tanto, seguimos con los chistes.
Hasta el sábado, lector.
sábado, 9 de octubre de 2010
ESTADOS DE ÁNIMO.
"La mayor parte de los educadores... vivimos en un estado de ánimo transitado por la ambigüedad. Sentimos que algo se rompe y se desmorona en nuestro mundo externo y en nuestras certezas interiores... "
Cecilia Braslavsky
Estoy leyendo un libro cuyo título es LA ESCUELA COMO MÁQUINA DE ENSEÑAR de P. Pineau y otros autores. El texto de la cita pertenece a la presentación del libro.
Me pasa a menudo, que dudo entre reflexionar a fondo o vivir simplemente mi mundo laboral como una tarea rutinaria. Los que más me conocen saben que mientras me decido por tirar la chancleta y entregarme al trabajo rutinario, sigo pagando mi cuotita (no tan cuotita universitaria) y le sigo pegando duro a libros como estos que me invitan a reflexionar tan a fondo que me vuelvo a preguntar qué hago que todavía no me anoté en un curso de decoración de interiores...
-Escuelas eran las de antes.- dice la mamá de Jaimito.
-Alumnos eran los de antes.- dice la maestra de Jaimito.
-Maestras eran las de antes.- dice la dire de la maestra de Jaimito.
¿Antes de cuándo?
La escuela así como la conocemos, con bancos, separada en grados con una maestra que enseña a grupos de alumnos suficientemente numerosos, tiene algo más de un siglo... apenas 20 años más que mi abuela.
Pensemos en lo fuertemente instalada que está la escuela en el ideario social; miremos la manera poderosa en que la máquina de educar alcanzó a porciones enormes del globo en tan pocos años... ¿No será que un siglo y pico es muy poco para añorar algo pasado?
¿No será que semejante máquina, la escuela, está recién transitando su temprana juventud?
Al final, otra vez la reflexión me lleva a amigarme con la escuela y quizás deje mi curso de decoración y la rutina laboral para futuros vaivenes emocionales.
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